Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al rato el criado regresó pálido y tembloroso y dijo:
– Señor, cuando estaba en la plaza de mercado una mujer me hizo muecas entre la multitud y cuando me volví pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar de mi sino. Me iré para Samarra y allí la Muerte no me encontrará.
El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él y le clavó las espuelas en los flancos y huyó a todo galope. Después el mercader se fue para la plaza y vio a la Muerte entre la muchedumbre, se le acercó y dijo:
– ¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana?
– No fue un gesto de amenaza –contestó– sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra...