- Ana Rosa Quintana, y su archiconocido caso de "Sabor a hiel" con el que pretendió erigirse con todo su morro en defensora de las mujeres maltratadas. El listillo de su negro no estaba mucho por la faena y copió párrafos enteros de la novela "Álbum de familia" de Danielle Steel. Encima la sinvergüenza despachó el asunto atribuyéndolo a un "error informático".
- Camilo José Cela Trulock. Aquel premio nobel que presumía de absorver de golpe hasta litro y medio de agua vía anal, sí, uno que dejó en la estacada a su propia familia... en efecto, el que fue censor en la etapa franquista. Pues le cayeron reclamaciones, en vida y después, sobre varias de sus obras "Madera de boj", "La cruz de San Andrés"...
- Jorge Bucay, je je este argentino es directamente un caso "de libro".
Desde luego hay que incluir aquellos de los que puede sospecharse y acertar al 100%, como son toooooodos los que salen por la pantalla de la tele y aprovechan el medio escrito para embolsarse algún plus. Para acabar, el testimonio de un escritor que movido por las necesidades propias de la subsistencia, ha tolerado durante años el plagio de sus obras:
El escritor recibe dos tipos de encargos: los que llegan de gente conocida que quieren decir algo pero carecen de tiempo, ganas y capacidad para escribir, y aquellos que responden a modas del momento -cocina, memorias, thrillers, humor-. Manuel Manzano no ve nada indecoroso en la actitud del famosillo que firma lo que no ha escrito -"es un pacto comercial aceptado y remunerado"-- ni cree que se engañe al lector al presentar una falsa autoría.
Recuerda que el trabajo que en España de manera peyorativa se considera de negro literario es práctica habitual de documentalista en países anglosajones, por ejemplo, y añade que ese tipo de encargos tampoco es una epidemia propia de la edición actual: "Asimov y Víctor Hugo tenían ´machacas´ para escribir las novelas que publicaron, y Colette se curtió en literatura haciendo de ´negra´ de los libros que firmaba su marido".
Manzano ha escrito enteramente dos obras para ser firmadas por otro, unos relatos de humor y un anecdotario. En ninguno de los dos casos mantuvo contacto directo con el personaje mediático cuyo nombre apareció en la cubierta; recibió el esquema de trabajo a través del editor, aceptó cuantas correcciones le fueron formuladas y planteó escasas sugerencias porque, añade, "los criterios de la editorial y del firmante pasan por encima del negro literario, que debe limitarse a montar un puzzle con las piezas que recibe". ¿Pagos? A precio hecho, previo acuerdo con la editorial.